domingo, 16 de abril de 2017

El protagonismo de los dioses en la literatura mitológica de los mayas y los griegos

El protagonismo de los dioses en la literatura mitológica
de los mayas y los griegos
Jhon Monsalve
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Imagen tomada de: http://squitel.blogspot.com.co/2015/04/popol-vuhla-sagrada-narrativa-de-la.html
Los lectores de los mitos griegos habrán notado el protagonismo de los dioses en esta literatura: sus actos de guerra contra otras deidades o las relaciones a veces contrariadas y a veces aceptadas con los humanos. No es raro ver en los escritos griegos que un dios condena, por una falla de cierto hombre, a toda la descendencia de este. Tampoco es raro encontrar relaciones positivas entre un héroe griego y un dios que lo acompaña o protege. La relación entre dios y hombre es recurrente en Grecia, pero también las relaciones entre divinidades, sus encuentros y diferencias. El objetivo de este comentario es comparar el protagonismo de los dioses griegos con la importancia representativa de las deidades en el libro sagrado de los mayas: el Popol Vuh.
También en El libro del Consejo se halla una relación estrecha entre las tribus que se forman con sus respectivos dioses. Sigue presente la conexión entre humanidad y divinidad, propia de las culturas. No obstante, del mismo modo como sucede en Grecia, las deidades mayas viven en constante lucha con otras, hasta el punto que, en gran parte del Popol Vuh, los protagonistas son dioses y el humano se desdibuja de las páginas del libro.
En la literatura griega, hay claros ejemplos de cómo los dioses son los sujetos protagonistas de esta mitología. Puede recordarse fácilmente a Eros que, herido y retado tras un enfrentamiento con Apolo (también deidad), decide enviarle una flecha de oro para que se enamore profundamente del primer sujeto que vea, mientras que a Dafne le envía una flecha de plomo para que, después de la misma acción, odie al primer sujeto. Actos similares ocurren en el Popol Vuh: no se trata de cómo un dios juega con el amor de otra divinidad, sino de cómo Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú aceptan el reto de jugar pelota con los Señores del Xibalbá. No hay humanos por ninguna parte: en el mito griego, Dafne es una ninfa y los dos restantes son dioses; en el mito maya, las deidades bajan al infierno para aceptar el reto; los humanos son apenas un plan.
En la mitología griega, la guerra entre dioses es tan común que ha sido llamada Titanomaquia. Antes de que el humano existiera, los dioses, según reza en esta literatura, luchaban constantemente por razones diversas; entre otras, el poder o el dominio del cielo y del mar. Es lo que sucede, por ejemplo, con la guerra entre Zeus y los Titanes, hermanos de Cronos. Después de que este dios destituye del poder a Urano, inicia una época de gobierno igualmente injusta: libera a los Titanes y se come a sus propios hijos para evitar que estos cumplan los propósitos vengativos de Urano. Zeus lucha contra Cronos y los Titanes durante diez años, hasta que los vence y se hace dios Cielo, así como Poseidón del Mar y Hades del Infierno.
En el Popol Vuh la lucha también es entre deidades y con el objetivo expreso del poder. Después de que Hun-Hunahpú muere en el Xibalbá, sus dos hijos, Hunahpú e Ixbalanqué, persiguen no solo la venganza de la muerte de su padre, sino también el hecho de no ser subyugados por los Señores del infierno, tal como queda explícito en la voz de los hermanos-dioses: “Puesto que ya no existe vuestro gran poder, ni vuestra estirpe, y tampoco merecéis misericordia, será rebajada la condición de vuestra sangre” (p. 120).

A partir de lo anterior, puede concluirse que las deidades, tanto en la literatura griega como en la mitología maya, son protagonistas. Aunque existen muchas más congruencias que las desarrolladas en este comentario, es importante rescatar al menos dos similitudes: en primer lugar, las relaciones entre los dioses y los humanos están presentes en las dos literaturas. Sin embargo, existen momentos en que el foco de la narración recae exclusivamente en los dioses; sobre todo, cuando el hombre no existe aún. En segundo lugar, las relaciones, normalmente bélicas, entre las deidades tienen un objetivo claro: el poder.