sábado, 29 de junio de 2013

Vómito de perlas

Vómito de perlas
Jhon Monsalve
(Cuento publicado en Vanguardia Liberal el 11 de noviembre de 2012)
Desde que estaba en el vientre, sus padres le ponían música de Beethoven y le leían los cuentos de Charles Perrault. Querían educar a una persona de bien, que oyera música clásica, que aprendiera a tocar un instrumento, que leyera a Marx, a Platón, a Plutarco; que tuviera la biblioteca más grande del país, y que hiciera lo posible para no entrar en conversaciones con ningún humano que no tuviera las mismas costumbres ni se rigiera por los mismos parámetros de su rutina. Cuando se enteró de que su mujer estaba encinta, apartó una de las dos habitaciones (las únicas de la casa), atestadas de soledad, para adornarla con estantes colmados de libros de hadas, o fábulas de Esopo, o cuentos de los hermanos Grimm. Pintó en grande la escena de ‘Las hadas’, de Perrault, donde una muchacha mal vestida, cada vez que hablaba, expulsaba perlas y flores por su boca, y al lado, su hermana, ya un poco mejor arreglada, desahuciaba sapos cuando se expresaba. Perfumó la habitación con la esencia pura de Grenouille; instaló un equipo de sonido junto a la mesa de noche, que estaba henchida de la melodía de Carl Orff y de Mozart. Mandó a hacer un gigante en un Liliput improvisado y lo puso donde generalmente ponen la televisión y los videojuegos de los niños. Desde el día en que se enteró de que iba a ser padre, le leyó Robinson Crusoe y todas las variaciones y adaptaciones que pudo, y le prometió aventuras y viajes por doquier.
Nunca fue al colegio. Aprendió con su padre lo que debía aprender de aritmética, geometría y lógica matemática, y el resto fue lectura, ortografía, clases de reflexión estética, social y política. Cuando cumplió ocho años, ya había leído a Ovidio, había comprendido la diferencia entre Odiseo y Eneas, y se había enamorado profundamente de Antígona. Los cuentos de hadas le parecían aburridos: a los dos años se los sabía todos, y los tarareaba a propósito en voz alta y con tedio para que sus padres se dieran cuenta de que ya no le importaban. No obstante, las imágenes que había puesto su padre con esmero y dedicación antes de que él naciera le producían una especie de nostalgia difícil de explicar. Solo por eso, mantenía las pinturas con colores vivos y limpiaba a Gulliver casi todos los días.
Le encantaba Chejov; vivía inmerso en el cuento en que un hombre, por una apuesta, pasa muchos años de su vida encerrado en una casa, pero con la posibilidad de leer los libros que guste. Se sentía él deslumbrado por los paisajes del mundo exterior, que jamás había visto. A veces tocaba en el piano canciones inéditas que le salían del recóndito lugar de los sentimientos. A los quince años, había conocido tantísimas personas de papel y muchísimos lugares, que no cayó en la cuenta de que su mundo habían sido cuatro paredes y solo dos personas de hueso.
Un día, mientras leía a Jonh Steinbeck, quiso conocer las perlas. Las había visto salir de la boca de la doncella de Perrault, pero ahora quería palparlas, y en su búsqueda se fue una tarde hasta la orilla de la ventana de su habitación, que había sido puesta cerca del techo, y apropósito, antes de que él naciera, para evitar que se contaminara con el mundo, y ubicó un par de sillas; se sostuvo del marco de un cuadro que contenía el retrato de Borges, y miró la luz de fuera. El pavimento estaba húmedo por la lluvia de la mañana y los pies de las gentes eran un devenir sin oráculo. Su vida, como en la vida Edipo, ya estaba predestinada antes de su nacimiento. Qué distinto era él a las personas de fuera…
¿Y las perlas? Habló con su padre sobre la posibilidad de salir de la casa al mercado, al cine, a la biblioteca, a conversar en un parque con algún anciano, pero no logró el permiso. Que no, que aquí lo tiene todo, que no puede salir a buscar la perla de Coyotito por el mundo inerte y oscuro que sobrevive allá fuera, que su futuro era quedarse preso en el mar de la imaginación… que era por su bien y que luego se lo agradecería. Cuando leyó El amor en los tiempos del cólera, comprendió que hay razones que mantienen al hombre con vida, y que si Florentino Ariza soportó más de cincuenta años la ausencia de Fermina Daza, él podría (mas no por eso debía) esperar un poco más para conseguir las perlas… Y siempre fue consciente de que las conchas del mar producían los más grandes desniveles emocionales y conllevaban las más temibles catástrofes.
Esperó una de las noches en que la luna se duerme entre el arrullo de las estrellas para salir al mundo a buscar las perlas. Puso silla sobre silla hasta llegar a lo alto de la ventana, y con astucia quitó las cadenas de la tranquilidad. Saltó a la calle, y caminó hacia el horizonte de lo eterno. A las dos cuadras se perdió, y se asustaba con la sombra que las farolas dibujaban en el suelo. Salió corriendo… recordó a Tom Sawyer, a Caperucita roja, a Simón el bobito, y gritó desesperadamente. Nadie lo oyó, y se olvidó de las perlas. Corrió buscando, y sin saberlo, el polo norte… descubrió los templos de adoración que había imaginado cuando leyó la Biblia, o el Corán, o el Talmud, o el Libro de Mormón. Reconoció los palacios públicos que gobernaban al pueblo bajo el logo de la equidad y la holgura para todos. Pidió a la luna que apareciera, que lo guiara en la búsqueda del espacio universal, donde moriría mientras resbalaba en un eterno vacío.
Su madre le llevó el desayuno a la cama, y el alimento fue para las ratas. Se desmayó. El golpe avisó al padre de lo que había sucedido: miró las sillas, los alambres, la cadena, la ventana forzada, el olor a muerte. Salió corriendo y guiado por la desesperación hacia el polo sur, en busca de su hijo. El sol les irradiaba la cara y les quemaba el cuerpo; el aire y el frío los mataban a espadazos en las noches.

La madre puso a Beethoven encima de La insoportable levedad del ser, y se sentó para siempre junto al piano, y murió observando el destino: la muchacha bien vestida vomitando sapos.

lunes, 17 de junio de 2013

Reseña de "Las fenicias", de Eurípides

Reseña  de "Las fenicias", de Eurípides
Jhon Monsalve
Imagen tomada de inernet
EURÍPIDES, “Las fenicias”. Tragedias completas. La Habana, Cuba: Editorial Arte y Literatura, 1978. Pág. 61-114
“Las fenicias” es una tragedia de Eurípides donde se encuentra la descripción detallada de la batalla entre el pueblo argivo con el cadmeo y, entre otras cosas que se presentarán en el siguiente texto, la muerte de Eteocles, Polinices y Yocasta.
El autor inicia con un monólogo de Yocasta donde recuerda las maldiciones que el oráculo predijo a Edipo. Eurípides se acuerda de aquellos que han leído otras tragedias, que no llevan el hilo de la historia; así que pone en la voz de la madre y esposa de Edipo el relato de los momentos trágicos que este vivió: cuando mató a su padre o se casó con su propia madre o cuando se quitó los ojos y maldijo por primera vez a sus hijos.
Luego, el poeta griego presenta un diálogo entre Antígona y uno de sus esclavos que cuidaban y dirigían a los niños…, que recibía el nombre de pedagogo. Este avisó a Antígona que su hermano Polinices venía a reclamar lo que le pertenecía: el reino de Tebas. Polinices no venía solo; arribaba a la ciudad con seis guerreros y con miles de hoplitas.
Eurípides presenta en detalle la llegada de Polinices después de que este último aguantara hambre en la tierra de Adrasto que le dio la mano de su hija y le prometió que volvería a su tierra.
Tras una lluvia de preguntas, el pedagogo le respondía a Antígona, mientras ella se sorprendía al oír cada detalle de los seis guerreros que acompañaban a Polinices. Se logra ver en esta tragedia la fe con la que Antígona, Yocasta y el Coro piden a los dioses la salvación de Tebas; un miedo infinito de llegar a ser esclavos.
Se podría tomar esta tragedia como versión más amplia de “Los siete contra Tebas”; sin embargo, esta se titula "Las fenicias" en honor al coro y en contra de muchos que opinan que este es solo un lujo en las tragedias de Eurípides. Si Tebas quedaba bajo el yugo argivo, las fenicias serían también esclavas.
Después de un diálogo que sostiene el coro con Polinices, donde cada uno se presenta (más con el fin de que aquellas personas que no han leído ninguna tragedia entiendan la secuencia de la historia), se percibe la alegría de una madre que hacía mucho tiempo no veía a su hijo; Yocasta bendijo a los dioses y dijo a Polinices que el pueblo lo había extrañado; luego, le informó sobre la salud de su padre y las ganas que este tenía de suicidarse.
En el momento en que la conversación, entre madre e hijo, llegó a su fin, arribó al lugar Eteocles; el coro aconsejó a Yocasta que hablara con sus hijos con el fin de acabar la enemistad entre ellos. Pero fue inútil.
Y ahora las palabras se cruzaban entre hermanos: Polinices prometía a Eteocles que respetaría su lugar, su turno, su tiempo en el reino, tal y como habían pactado desde el principio y de la misma forma como se había mantenido mientras Eteocles estaba en el mando. Eteocles no creía en promesas fraternales, por eso no aceptó, y pensó en reinar para siempre. Yocasta lo catalogó como ambicioso y a su otro hijo como insensato por haber decidido atacar  a su patria.
Eteocles echó de Tebas a Polinices después de unos cuantos sarcasmos y de algunos insultos. Este último decidió salir de esta tierra, pero antes quería ver a su padre, Edipo. Su hermano no aceptó, como tampoco quiso que viera a Antígona ni a Ismene; luego, se pusieron de acuerdo para pelear en cierta puerta (quinta puerta. A diferencia de la versión de Esquilo; donde es la séptima). Los dioses decían al hijo menor de Edipo que, si vencía a su hermano, reinaría en Tebas. Después de este aviso, Polinices partió.
Caronte arribó al lugar donde Eteocles se encontraba. Estos hablaron sobre la multitud que venía con Polinices en su compañía, conversaron de posibles estrategias para atacar al pueblo argivo por la espalda. Al confirmar que verdaderamente venían siete capitanes (principales luchadores), entre ellos Polinices, y teniendo en cuenta el valor y la prudencia de cada uno de sus guerreros, eligió a seis.
El autor deja claro que Eteocles, antes de partir hacia las siete puertas, pidió que jamás se sepultara en Tebas el cadáver de su hermano; la persona que fuera en contra de esto, así fueran sus amigos (no nombró a su familia), deberían pagar con muerte.
Tiresias, adivinador, llegó donde Creonte en compañía de su hija; este último necesitaba al lector de oráculos para que le dijera qué podría hacerse para salvar a su pueblo Cadmeo. Tiresias, después de explicar el porqué del sufrimiento de este pueblo, dijo que la única forma para salvarlo era que Meneceo, hijo de Creonte, muriera sacrificado por su padre. Como era de esperarse, Creonte reaccionó como cualquier padre en su lugar: dejó que la ciudad quedara en manos del destino; no sacrificó a su hijo. La Fenicias apoyaron su decisión: “Claras son mis palabras. Jamás llegaré a la deplorable extremidad de consentir en el sacrificio de Meneceo para salvar a Tebas”.
El coro aconsejó al hijo de Creonte, diciéndole a qué ciudad debía marchar para refugiarse, antes de que el pueblo cadmeo se enterara de que estaba vivo cuando debería estar muerto. Consejo similar recibió también de su padre. Sin embargo Meneceo decidió tomar otro camino: hacia los almenes de la murallas; allí se mataría arrojándose a la gesta del Dragón, porque así salvaría a Tebas. Esto lo confesó al coro, cuando su padre ya no estaba presente.
No obstante, la muerte no fue así; un mensajero relató a Yocasta que Meneceo había muerto con una espada atravesada en su pecho, introducida por él mismo. También contó los acontecimientos de la batalla detalle a detalle y dio la buena noticia de que el pueblo cadmeo estaba a salvo; claro está, todo debido a la decisión de Meneceo.
Pero había más, algo que el mensajero no había contado a Yocasta: la muerte de sus hijos. Eteocles dijo a cada uno de sus acompañantes y a los que venían con Polinices que no dieran la vida por ellos porque el resultado de la batalla entre hermanos decidiría el gobernador del reino.
Después de que Yocasta y Antígona partieron al lugar de la batalla y luego de que el coro empezara a pensar en quién de los dos guerreros moriría, llegó Creonte en busca de su hermano para que éste diera tributo a su sobrino; sin embargo, el coro le avisó que Yocasta había salido con Antígona hacia el lugar de las siete puertas donde, se suponía,  iban a impedir la pelea.
Al rato, relata Eurípides, llegó el mensajero al lugar donde estaba Creonte conversando con el coro, y avisó la muerte de los dos hermanos y la muerte de… Yocasta, que murió, después de enterarse del fallecimiento de sus hijos, suicidándose con la espada que estaba clavada en el cuerpo de Polinices. Esta muerte la había anunciado Yocasta antes de partir del mismo lugar donde después llegó Creonte: “(…); si ya han muerto, moriré también”.
El mensajero describió toda la batalla, desde el inicio hasta la muerte de Yocasta; claro está, no pasó por alto las lágrimas que derramó Eteocles antes de morir. El pueblo argivo y el cadmeo discutieron, después de la batalla fraternal porque cada uno diplomaba como campeón a su jefe. Pero los tebanos corrieron en busca de armas y atacaron al otro pueblo… Luego de mucha sangre y cadáveres, el triunfo era de Tebas.
Y frente al palacio Real, llegó Antígona y, entre tanta gente, tres muertos la acompañaban. Ella avisó a su padre lo sucedido y le pidió que saliera del lugar donde habitaba desde que quedó ciego, para que la gente lo viera y para que escuchara de su hija cada detalle de las tres muertes.
Creonte tuvo en cuenta las palabras de Tiresias cuando afirmaba que mientras Edipo viviera en Tebas la ciudad nunca sería afortunada, por esa razón lo expulsó de la ciudad. Las Fenicias le desearon felicidad.
Después de que Edipo recordara en voz alta su  triste pasado, no se humilló ante Creonte, sino aceptó su expulsión. Antígona fue en contra del destino de Polinices y aseguró ante Creonte que, aunque la ley lo prohibiera, ella lo enterraría. Edipo pidió a su hija Antígona que lo llevara donde pudiera palpar los cuerpos de sus hijos y de su esposa; luego de hacerlo y después de que Antígona decidiese acompañar a su padre al lugar de su futura pero pronta muerte, partieron hacia él: tierra Colona.

viernes, 14 de junio de 2013

Odiseo astuto: la palabra olvidada de un héroe

ODISEO ASTUTO: LA PALABRA OLVIDADA DE UN HÉROE

Jhon Monsalve

Artículo publicado en la Revista Apalabrar



(Odiseo/Ulises clavándole la estaca en su único ojo al cíclope Polifemo después de haberlo emborrachado. Detalle de un ánfora ateniense del año 650 a. de C. aproximadamente).

¿Quién dijo que Odiseo era el héroe griego por antonomasia, el más fuerte, el más grande? ¿Quién dijo que Agamenón nunca pudo superarlo y que Héctor fue solo una víctima de su astucia? ¿Quién dijo que Odiseo fue buena gente y que nunca le hizo mal a nadie? ¿Quién dijo que cada mentira, cada engaño o cada truco no fueron por buena causa, por miedo a no llegar nunca a Ítaca?
Odiseo fue astuto y Circe lo supo. No cayó en las trampas de la diosa y hechicera de la Isla de Eea. Se puede llegar a sentir lástima por Odiseo, nadie lo acompañaría al Hades, un lugar desconocido; debía ir a preguntar el próximo escalón del camino empinado hacia su tierra. Pero hasta los lectores nos dejamos confundir por los sentimientos y las lágrimas del héroe homérico. Bien sabemos que el infierno sería un lugar más en el itinerario de Odiseo. Solo un lugar más; no más peligroso que los temores y ruidos de la guerra, ni que la comida de Circe, ni mucho menos que los lestrigones, ni los cíclopes, ni las sirenas. Pero lo vemos llorar, clamar y sufrir porque debe dirigirse al Hades en busca de su destino, y casi lloramos con él, casi nos confundimos, casi nos dejamos caer en la tela de araña de su astucia. 
Es más: entendimos la decisión del héroe cuando por temor de ir a la Guerra de Troya simuló estar loco y, aunque no logró su cometido pues los sentimientos filiales fueron más fuertes que su estratagema, lo hizo creer así por algún tiempo. La idea del Caballo de Troya fue, tal vez, una de sus mayores astucias. La fuerza no lo caracterizaba tanto como su inteligencia. Odiseo fue un guerrero con más armas en la boca que en el cuerpo. Y esta razón lo hace más interesante y más odiado al mismo tiempo. Fernando Savater lo expuso en uno de sus monólogos (que conforman el libro que tituló Criaturas del aire) de esta manera: “No es ese mi caso, héroe curvo, cóncavo, héroe que sabe plantarse frente a su enemigo y herirle por detrás. No soy sable ni lanza, soy la red o la muerte inopinada que viaja en la saeta: no desgarro ni trituro, sino que envuelvo, sujeto y asfixio. Descubrí un secreto moral que los hombres no me han perdonado ni quizás me perdonen jamás: no hay arma tan aniquiladora como la red de las palabras, como la urdimbre razonable que penetra todas las corazas y desvía la amenaza de los más fuertes brazos”.
Y el poder de la palabra, no el de sus músculos ni el de su lanza, fue el que hizo posible, por ejemplo, la derrota de Polifemo en la tierra de los cíclopes. Y aunque menos recordado que el caballo de Troya, este hecho en la mitología griega es representativo de la astucia de quien en la literatura latina sería llamado Ulises. Fue este quien convenció a Polifemo de beber el vino puro que había en el lugar donde los tripulantes de la embarcación que aún acompañaban al héroe comieron y bebieron de lo que era propiedad de gigantes con un solo ojo. Si no hubiera sido por la decisión de Odiseo, es decir, por la idea de darle vino puro (y el hecho de que hubiera aceptado, una vez más corrobora el poder de la palabra como arma letal)  para que se tranquilizara un poco, de seguro la ira del cíclope habría acabado con todos los invasores de su morada. Y no solo esto. Fue gracias a la astucia de Odiseo que, luego, los demás cíclopes consideraron loco a Polifemo. Cuando Odiseo se presentó ante el cíclope dijo que su nombre era Nadie. Cuando el cíclope se despertó y se dio cuenta de que todo había sido un engaño, pues su ojo, el único que tenía, estaba herido (lo hirieron Odiseo y sus tripulantes durante el sueño), empezó a gritar que Nadie lo había engañado.
Ya sabemos que se engaña con palabras, pero también con acciones: “Entonces a mí se me partió el corazón. Me eché a llorar tumbado sobre el lecho, y mi ánimo ya no quería vivir ni ver más la luz del sol. Luego que me sacié de llorar y de revolcarme; entonces a ella le dirigí mis palabras y dije: "¿Ah, Circe, quién va, pues, a guiarme en ese viaje? Hasta el Hades nunca nadie llegó en una negra nave." No podemos negarlo: también nos conmueve, también nos engaña. Aunque tratemos de comportarnos como las sirenas, terminará Ulises huyendo de nuestros cantos.

sábado, 8 de junio de 2013

¿Cómo enseñar a escribir un texto argumentativo?

¿Cómo enseñar a escribir un texto argumentativo?:
Metodología y pautas para tener en cuenta
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Introducción
Comienzo este artículo aclarando que autores como Daniel Cassany han estudiado este tema reiteradas veces y desde distintos puntos. Sin embargo, el método que propongo brevemente en este texto (más que método es una simple respuesta a la pregunta que compone el título) tiende a ser original en su propósito, aunque no elimino la posibilidad de que algún autor con mucha más experiencia en docencia y escritura lo haya trabajado de esta manera o incluso con muchos más detalles y matices, como espero que ojalá se haya hecho. No obstante, reitero que cada propuesta o idea que en este texto se plantee nace de mi experiencia (muy corta, por cierto) en el campo de la docencia en el área del Lenguaje y la Literatura. Por tanto, cualquier idea similar con alguna de cualquier autor entraría a ser mera coincidencia en pro de la buena enseñanza de la escritura en el aula.
Primero que todo, la escritura no debería ser trabajo y obligación únicamente de profesores de Español. Todos los docentes de todas las áreas del conocimiento deberían entender que, por medio de la escritura, se puede interiorizar y comprender a fondo y significativamente todo tipo de aprendizaje. Por medio de la escritura, el profesor de matemáticas podría darse cuenta hasta qué punto el estudiante ha comprendido el tema y cómo, por medio de asociaciones e inferencias, llega a la conclusión de que las fórmulas y métodos de dicha materia llevan al desarrollo del pensamiento. Por medio de la escritura, se puede describir cada ejercicio que se realice sin necesidad de poner cantidades de ellos como tarea (que muchas veces no son hechos por los alumnos sino por algún familiar o por algún tercero). A través de la escritura, se puede llegar a conclusiones o preguntas que, en muchas ocasiones, no se logra con la simple memorización de fórmulas y métodos.
Después de haber aclarado este punto supremamente importante para el correcto desarrollo y avance en el proceso de escritura en la escuela, daré las pautas que, considero, todo profesor debería tener en cuenta, así fuese someramente, cuando se dispusiera a enseñar el ejercicio de escribir argumentando.
Dos anotaciones para tener en cuenta
Cuidado: Ante todo debe haberse trabajado el pensamiento crítico en el aula de clase por medio de la literatura o de la filosofía, de las Ciencias Sociales o de la Ética. De lo contrario, es imposible que haya buenos resultados en los textos escritos por los estudiantes. Aunque en un texto posterior ahondaré más en este tema, es importante tener en cuenta que para desarrollar el pensamiento crítico es necesario el debate en el aula de problemáticas sociales y políticas allegadas al entorno sociocultural de los estudiantes.
Atención: Es recomendable que antes de empezar a escribir, el estudiante lea textos argumentativos, que identifique por sí mismo la estructura, que critique al autor, que opine sobre los argumentos. Es más: yo recomendaría que en dicho proceso el profesor presentara uno de sus propios textos argumentativos (todo profesor tiene la obligación ética de escribir) para que el estudiante se sintiera más familiarizado y con más voluntad y razones para hacerlo. Y mucho mejor si el texto que el profesor lleva al aula trata una temática afín al diario vivir de los estudiantes: matoneo, relaciones sexuales, bromas pesadas, etc.
Pues bien, retomando la escritura, es indispensable que luego de haberse trabajado el pensamiento crítico y de haber hecho las lecturas necesarias, se proceda poco a poco, por medio de un proceso que puede ser muy paulatino, a la enseñanza de la escritura, siguiendo los siguientes pasos:
Pasos temáticos o de contenido:
1. La elección de un tema polémico o significativo de la sociedad, en el cual se pueda tomar postura y argumentar: este primer punto es el paso primordial para el inicio de la escritura de un texto argumentativo. El tema no puede ser cualquiera ni debe partir de una pregunta cerrada. Si el estudiante decide, por ejemplo, argumentar sobre la diversidad de peces en el Océano Atlántico terminaría explicando, describiendo o enumerando una cantidad de nombres que, supuestamente, contestarían su pregunta problema.  Para argumentar, resulta necesario tomar postura sobre algo, ya sea político o social. Si bien es cierto que puedo argumentar en temas científicos, también lo es que, para llevar a cabo esto, por ejemplo, lo de los peces, sería imprescindible, ir hasta el mismo océano, tomar el corpus y concentrarme en el tema durante varios meses o incluso años. Y el tiempo del aula no da para tanto. Sin embargo, como profesor de Biología (o de Español o de cualquier área, que tenga presente la educación integral), se podría dar cierta información sobre el trato de los peces en el Océano Atlántico y la posibilidad de extinción de algunas especies para que el estudiante pueda proponer (esto es: tomar postura y argumentar) las soluciones, partiendo de unas consecuencias bien definidas. En este caso, terminaría siendo una argumentación social y muy posible y pertinente para el área de Biología. Si el texto argumentativo parte de conocimientos matemáticos, este debería ir encaminado a la comprensión del mundo por medio de las temáticas propias del área. No obstante, en este tipo de ciencias fijas, es posible que la argumentación se presente como una descripción de por qué la solución de algún problema es de esa manera y no de otra, partiendo de unas fórmulas y métodos específicos.
2. Planteamiento de una tesis en torno al tema elegido: La tesis es una afirmación original sobre un tema específico que será argumentada a medida que se desarrolle el texto. Generalmente, la tesis va al principio de este, pero el cambio de lugar depende del estilo del escritor. En muchas ocasiones, la tesis no puede estar explícita, pero, para el comienzo del ejercicio de escritura, considero importante que sí lo esté. Por otra parte, la tesis puede presentarse en una pregunta, al estilo francés. Es muy común encontrar textos argumentativos que partan de preguntas. En este caso, los argumentos cumplen la función de contestar la pregunta problema del texto.
3. Los argumentos acordes con la tesis: Los argumentos, si se usa el modelo francés, terminarían siendo las respuestas a la o las preguntas que se hagan en la parte introductoria. No podemos hacer argumentos sin tener en cuenta aquello de lo que ese está hablando. Es común que los estudiantes empiecen argumentando una cosa y terminen hablando de otra. Aunque haya temáticas relacionadas es importante tener en cuenta que si mi tesis, por ejemplo, trata sobre la importancia de una u otra fórmula química o matemática en la sociedad de principios del siglo XX, no puedo centrar ninguna parte del texto ni de los argumentos en lo indispensable del lenguaje como ciencia, si esto no va directamente relacionado con mi propuesta.
4. Organización de los argumentos: Aunque este punto vaya relacionado con el anterior y aunque parezca más pertinente para el próximo apartado, considero necesario, por cuestiones de metodología, exponer una posible manera (entre muchas que hay) para la correcta ubicación de los argumentos. En primer lugar, la tesis, como generalmente ocurre, puede subdividirse en varios temas. Cada uno de estos podría formar un argumento aparte que podría ocupar incluso todo un párrafo. Es más, en el momento en que se está enseñando a escribir, considero imprescindible que de la tesis que se plantee salgan varias subtemáticas para que el estudiante no llegue al estado (común y consecuente) de “quedar en blanco” o de no hallar qué más escribir. Aprovecho para aclarar que hay varios tipos de argumentos, pero que, en mi opinión, aunque es necesario su estudio y utilización, podrían causar en el estudiante la idea de que deben utilizarlos todos en un mismo texto y, ante esta imposibilidad, demorarían el texto y olvidarían o dejarían a un lado sus propios argumentos. Para comenzar a escribir, considero indispensable que nos olvidemos de las clases de argumentos y que más bien las deduzcamos a partir de las lecturas previas que hacemos, o que nos concentremos en una clase de argumento por cada texto escrito siguiendo el respectivo proceso, para no acosar al estudiante con terminología que podría resultar molesta e inútil. Después del argumento propio, apoyo la idea de que el primer argumento que se trabaje sea el de autoridad, pues, aunque tenga la misma importancia del resto, es la base para el planteamiento ético del texto argumentativo. Es más: se aprovecharía la situación para que el docente escribiera o llevara al aula un texto sobre el plagio. Dejo como tarea a los lectores de este texto la consulta de las clases de argumentos.
5. Las conclusiones que retoman brevemente la temática, los argumentos y lo propuesto: Las conclusiones, en textos argumentativos de poca extensión, van al final en uno o dos párrafos, y en varios párrafos cuando se escriben ensayos extensos o tratados teóricos. La conclusión debe hacerse retomando la temática, mostrando en breve los argumentos y, a partir de esto, llegar a un punto en el que se note de forma definida la postura del autor; evidentemente, la misma que mantuvo durante todo el texto. El final del párrafo conclusivo puede (no debe) ser una pregunta en torno al tema que permita la indagación del lector u otras perspectivas. Sin embargo, este punto no es imprescindible para el desarrollo correcto de un texto argumentativo.
Una aclaración
Los puntos anteriores fueron los primordiales para la elaboración de un texto claro en postura, ideas y argumentos. Cabe aclarar que el profesor debe tener presente lo que va a evaluar para que no cometa injusticias con el estudiante cuando califique. Es decir: si el docente no ha trabajado la ortografía, ni la tildación, ni la sintaxis con el estudiante debería calificar solamente la capacidad argumentativa de este y no bajar décimas ni puntos porque falló una tilde o hubo hipérbatos durante el desarrollo de los argumentos. Esto es indispensable, porque, aunque se suponga que el estudiante ha adquirido tales competencias, en la mayoría de los casos resulta que no. A continuación, veremos los puntos estructurales y la metodología para llevarlos al aula. No olvidemos que lo importante es que el estudiante sepa argumentar siguiendo los pasos anteriores; lo que viene pasa a segundo plano, aunque sea de parecida importancia.
Pasos estructurales o de forma:
1. El aprendizaje de la estructura sintáctica correcta de la lengua española (o de la lengua extranjera; en todo caso los pasos para la escritura correcta de un texto argumentativo serían los mismos en cualquier idioma): En este caso, es necesario que el estudiante comprenda que un texto para que cumpla con la coherencia y, sobre todo, la cohesión pertinentes debe tener, en primer lugar, una sintaxis correcta. Para ello es indispensable el estudio de la organización de las palabras en una oración: Sujeto-Verbo-Complementos. Por ahí se puede empezar: haciendo oraciones, analizando la coherencia, la cohesión y la sintaxis de las mismas. Si el estudiante comprende que la oración está compuesta por unos elementos que deben ir, por cuestiones de redacción, en un orden establecido, comprenderá también, por medio de ejemplos, que dicho orden hará más cohesivo y coherente el texto.
2. La noción estructural de párrafo: A medida que se avanza en sintaxis se puede trabajar la construcción del párrafo. Hay que tener en cuenta que el estudiante no puede escribir seis o siete líneas de la noche a la mañana porque no cuenta con la habilidad para hacerlo. Para lograr esto, se debe pasar por un proceso que puede durar semanas o incluso meses. Después de trabajar la sintaxis de la oración, es necesario avanzar poco a poco en la escritura de enunciados un poco más extensos, hasta llegar al párrafo. No pretendamos como docentes que el estudiante, después de una sesión de clases, pueda escribir fácilmente un texto. Al párrafo se llega poco a poco y con mucha paciencia.
3. La acentuación: Si jerarquizamos, la ortografía quedaría, sin ninguna duda, en el último lugar. Hay profesores que por evaluar ortografía dejan de ver propuestas y posturas muy positivas e interesantes de los educandos. No obstante, para que el texto quede correcto y se entienda fácilmente, resulta necesario el buen uso de la ortografía. Considero que, como va de última, la dejemos en ese lugar en todo contexto. Es más, soy partícipe de que la gramática y la ortografía deberían enseñarse en los últimos grados de bachillerato y que, en el área de lenguaje, los cursos de primaria y los primeros de secundaria se deberían centrar en la literatura, en la lectura y en la escritura crítica. Hay muchos métodos para dictar ortografía en el aula, pero no todos son satisfactorios. Conozco uno que dejo a disposición de los interesados: Los índices cacográficos. En otro texto, explicaré y ahondaré en tan interesante método.
Conclusiones
Enseñar a escribir un texto argumentativo no es fácil. El presente trabajo es solo un esbozo de lo que idealmente debería ser la enseñanza en esta materia. Tal vez erré en todo, quizá fui muy pasional, pero lo cierto es que, cuando he usado este método, me ha sido útil y ha dado muy buenos resultados. Es importante tener en cuenta que la escritura es un proceso que puede durar años. No puedo pretender que mis estudiantes aprendan a escribir de un día para otro. Debo ser, ante todo, el ejemplo. ¿Si no escribo cómo enseñaré a escribir? Es quizá esta la base de las calificaciones injustas en las que se evalúa la ortografía en lugar del contenido o  los argumentos de un texto. Expuse ocho pautas para tener en cuenta al momento de enseñar a escribir. Las dividí en dos apartados: uno estructural y el otro de contenido. Este último es sin duda el más importante. En él debemos ahondar cuando llevemos la escritura al aula. La estructura pasa a un segundo plano, aunque es casi de igual importancia para la fácil comprensión del texto. Entre muchas cosas que tal vez queden por decir, doy término a este texto que, espero, sea de gran utilidad para todo aquel que lo vea pertinente.

domingo, 2 de junio de 2013

Movimientos literarios vanguardistas: Escritores y obras

ESCRITORES Y OBRAS VANGUARDISTAS
Apuntes tomados de: Jiménez Frontín, José Luis. “Movimientos Literarios de Vanguardia”. Barcelona: SALVAT EDITORES, 1973.

Jhon Monsalve
Le modèle rouge, René Magritte


El Expresionismo: Movimiento alemán de vanguardia. Refleja una imagen de la realidad deformada por el artista. Reivindica la presencia de la subjetividad creadora del artista. En él se expresa un sentimiento de desconcierto y horror ante el absurdo de la experiencia militar de la I Guerra Mundial. Exalta el pacifismo y deriva hacia sentimientos revolucionarios. Características resaltables: predominan la novela y el drama. El tema dominante: la rebelión de los hijos. 
El Cubismo: Movimiento francés vanguardista. Capta la realidad desde todos los ángulos posibles. Reivindica la sabiduría del artista, que no solo refleja lo que ve, sino también lo que sabe del objeto. Su traslación literaria se basa igualmente en la simultaneidad, y también en un mismo plano (equivale al lienzo), de percepciones, recuerdos, conversaciones fortuitas, intuiciones, etc. (equivalentes a las formas cúbicas de la pintura): nace el collage literario.  Se incorpora el elemento del humor, antisentimentalista y prosaísta.  El poema cubista oscila entre la simultaneidad de ideas, percepciones y sensaciones y la disposición gráfica de las palabras. Rompe con la puntuación y la rima.  La Generación perdida de Norte América se adapta muy bien al movimiento.
El Futurismo: Movimiento italiano de Vanguardia (también con presencia en Rusia). Intenta reflejar el movimiento de la realidad. Pretende expresar la simultaneidad de sensaciones y de ideas a través del movimiento del objeto. Comandado y dirigido, ante todo, por Filippo Tommaso Marinetti.  Otro movimiento que supone una graduación más en la ruptura naturalista. El tema central y básico del futurismo literario fue el de la modernidad, entendida como adoración a la máquina en la que veía un fabuloso instrumento multiplicador de los poderes del hombre. En esta corriente se exalta la intuición y el sensualismo latinos frente a la inteligencia; se reivindica el valor y la audacia; prima lo viril sobre lo femenino. En el Manifiesto Técnico de la Literatura Futurista, se propone la destrucción total de la sintaxis y la puntuación.  La frase futurista frase-asociación no como en el Cubismo, sino pura sucesión de palabras en libertad, claro precedente de la escritura automática de los surrealistas. Sus integrantes eligieron el camino de la acción y del compromiso fascista, como es comprensible por su país y sus ideologías. Incluso Mussolini reconoce su deuda con el Futurismo e introduce al “antiacadémico” Marinetti en la Real Academia. El futurismo literario se reduce a la actividad de Marinetti y sus hombres y a la redacción de más de 40 manifiestos.
El Dadaísmo: Dadá es ante todo una radical ruptura con todo el pasado, incluyendo las mismas vanguardias anteriores. Tristan Tzara, su mayor representante, insistía en que Dadá no era una escuela literaria o artística, sino una fórmula de vivir. El Dadaísmo literario se traduce, sobre todo, en la actividad panfletaria (los siete manifiestos y numerosas revistas) y en la celebración de escandaloso festivales, a caballo entre el recital poético, el teatro de cabaret, la parodia sangrienta y el happening. José Luis Jiménez desmiente un mito: La famosa receta de Tristan Tzara para hacer un poema dadaísta a base de tijeras, periódicos, azar y cola de pegar, debe interpretarse más como otra manifestación panfletaria del humor de este autor que al pie de la letra. En realidad, Tzara, agitador y poeta, sabe siempre perfectamente lo que dice, y por qué.
El Surrealismo: Pretende desentrañar el sentido último de la realidad, de una realidad más amplia o superior, hasta entonces desdeñada, quiere develar el funcionamiento real del pensamiento, con ausencia de toda vigilancia ejercida por la razón y al margen de toda preocupación estética o moral. Por otra parte, se trata de una auténtica explotación y estudio sistemático de los mecanismos del subconsciente. Su mayor exponente: André Breton. Buscaba, entre otras cosas, una evidente colectivización del arte, cuyas claves dejan de ser solo para iniciados, y quedan al alcance de todo el mundo. En cuanto a las propuestas estructurales: “Escribid rápidamente, sin tema preconcebido, lo bastante rápido para no sentir la tentación de releeros… la frase vendrá por sí sola, solo pide que se la deje exteriorizarse”. Se caracteriza por estas dos temáticas: la crueldad y el humor. El Surrealismo creerá en la posibilidad de un maridaje entre la revolución social marxista y la mental surrealista. : El hombre nuevo solo surgirá de la revolución, pero esta será total o no. En 1927 varios surrealistas piden su admisión en el Partido Comunista, afirmando la no oposición  de principios entre la revolución social y la surrealista.
Breves anotaciones sobre las vanguardias más representativas de América Latina:
Se rescata su punto de conexión con las literaturas europeas, especialmente, con la española, y la aportación de un elemento autóctono: la revalorización de lo indígena, que teñirá de muy variados matices el indigenismo vanguardista de todo el continente. Ejemplo de esta característica lo encontramos en las obras de: Alejo Carpentier, José Lezama Y Nicolás Guillén.
El Creacionismo: Su mayor exponente es el chileno Vicente Huidobro, que consideraba que el poema  no debe imitar o reflejar la Naturaleza en sus apariencias, sino en sus leyes y constitución orgánica. El círculo creacionista pronto pasaría a engrosar las filas del Ultraísmo.
El Ultraísmo: El máximo representante en Latinoamérica fue Jorge Luis Borges y en España, Guillermo de Torre.  Este movimiento se caracterizaba por la refundicón de todas las vanguardias mundiales, la supresión de la rima y la puntuación, la reivindicación del valor visual-tipográfico del poema, la permuta de sensaciones en metáforas y, en general, su reacción antinovocentista, antisentimentalista y antitrágica.